
Las personas hemos desarrollado un buen número de herramientas y artimañas que nos permiten comer alimentos que en estado natural serían prácticamente indigestibles. Para cortar y trocear los alimentos duros contamos con la ayuda de cuchillos y tenedores, para facilitar la digestión cocemos y freímos aquellos alimentos que crudos no podríamos consumir, y las batidoras y los pasapurés permiten refinar la textura de nuestras comidas. Sin embargo, figúrate lo difícil que es para las aves manejar una batidora, una olla a presión o un simple tenedor. La naturaleza, tras millones de años de pruebas, ha perfeccionado un buen número de estrategias curiosas para facilitarles la alimentación a los seres que pueblan el planeta. Veamos algunas de ellas.
Por diversas razones, un buen número de aves predadoras, entre las que se encuentran todas las rapaces, deben tragar las presas de pequeño tamaño enteras y sin masticar ni trocear. Una vez completado el proceso de la digestión comienza el verdadero problema. Imagínate que te tragaras un ratón enterito y que además, consiguieras digerirlo, o sea, extraer de él todas las sustancias nutritivas, ¿cómo harías para expulsar todas aquellas partes que son imposibles de digerir, o sea, todos los huesos, pelos, tendones y demás?. La solución se llama egagrópila. Las egagrópilas son unas bolas compactas que contienen todo este material de desecho y que se expulsan a traves del pico. Su forma redondeada y una buena dosis de una especie de saliva pegajosa y resbaladiza evitan que en el camino de salida se pueda dañar el interior de la garganta del ave.

Las egagrópilas contienen una información de incalculable valor para el investigador de las aves, ya que una vez estudiadas con detenimiento, pueden mostrar claramente la composición de la dieta de cada especie en una zona o en un hábitat concreto. Bajo los posaderos habituales de rapaces pueden encontrase un buen número de estas egagrópilas. La identificación y cuantificación de los materiales contenidos en cada una de ellas es una tarea habitual para los ornitólogos. Recuerdo que en una ocasión, localicé una anilla de un pajarillo en el interior de una egagrópila de búho chico. Como es habitual en estos casos, envié los datos de la anilla a la oficina central de anillamiento, que se encuentra en Madrid. Cual no sería mi sorpresa cuando contestaron mandándome el historial del pajarillo en el que constaba que yo mismo había sido quien lo había anillado varios años antes.
Las especies de aves nadadoras o buceadoras que se alimentan de peces, se ven forzadas a tragarlos enteros, ya que en la mayoría de los casos no cuentan con extremidades desarrolladas para sujetarlos y trocearlos. Las aves experimentadas tragan los peces comenzando siempre por la cabeza, de forma que las aletas del pez se repliegan sobre si mismas sin pinchar ni arañar el interior de su garganta. Posteriormente expulsan una egagrópila (que como ya vimos es una bola de desechos) con todo lo que no pueden digerir. Esta costumbre puede causar serios daños si no se toman las debidas precauciones, sobre todo a la hora de alimentar a los polluelos, cuyas gargantas son extremadamente delicadas. Ten en cuenta la cantidad de espinas que contiene un pez y que en los bordes de las aletas suelen tener un buen número de puntiagudas espinas. Por ello, los adultos de los somormujos y los zampullines dan de comer a sus pollos plumas para que puedan englobar las espinas de los peces y formar egagrópilas suaves al roce con el interior de la garganta.

Como ya sabes, cuando comemos pan estamos comiendo en realidad trigo que previamente ha sido molido y convertido en harina. Sin embargo las aves comen las semillas (entre ellas puede estar el trigo) que no han sido trituradas. Y si te fijas, las aves no tienen dientes ni nigún sistema triturador para deshacer las duras semillas. ¿Piensas que tu organismo podría digerir un puñado de semillas duras sin masticarlas ni triturarlas?. Te sorprenderás si te digo que las aves tampoco son capaces por si mismas. Efectivamente, para poder digerir estos alimentos necesitan tragar pequeñas piedras (que los científicos llaman gastrolitos) que en el interior del aparato digestivo funcionan como auténticas piedras de molino, convirtiéndolos prácticamente en harina.
Pero en ocasiones pueden encontrarse con un grave problema ¿qué hacer cuando no hay piedras?. Eso exactamente es lo que ocurre en el Parque Nacional de Doñana, donde al ser terreno de marisma en su mayor parte, no hay piedras. Una de las aves que visita en invierno Doñana es el ánsar común, y su comida preferida la componen las durísimas raíces de una planta que se llama castañuela. Para poder digerir estas raíces deben acudir cada amanecer, en grupos de miles de aves, a las grandes dunas para tragar ¡ni más ni menos que arena!. Por ello, la mayor duna móvil de Doñana se conoce por el nombre de "el Cerro de los ánsares".